Por Diego Calp

En principio, el siguiente artículo que tenía la intención de publicar, era sobre aprendizaje, específicamente operante, pero he decidido diferirlo debido a que mis ultimas lecturas han estado gobernadas, podría decirse, por la desregulación emocional, el ambiente invalidante y la comunicación compasiva.

Para poder comprender la importancia de los dos procesos que subyacen al aprendizaje que nos permite regular nuestras emociones, será menester explicar primero que es la desregulación emocional.

La desregulación emocional consiste en una respuesta emocional automática ante estímulos específicos del ambiente. Esta respuesta, como indica su nombre, es desregulada, es decir que, es mas intensa que la normal o, incluso, extrema.

Los principales problemas de desregulación emocional que podemos mencionar son: el Trastorno Limite de la Personalidad (TLP), las Conductas Autolesivas Sin Intención Suicida (CASIS) y el intento suicida.

Generalmente solemos clasificar estas conductas como un error, algo que no debería ser, o una falla de la propia persona. La realidad es muy distinta, podemos entender estas conductas como funcionales al contexto, ya que es en este dónde se aprenden y que todos estamos sujetos a aprender conductas de desregulación emocional. Ahí es donde entra el ambiente invalidante y por que es una de las bases esenciales para el desarrollo de la desregulación emocional.

En principio, mencionaremos que, comúnmente, en las personas con desregulación emocional existe previamente una vulnerabilidad emocional. Según Boggiano y Gagliesi (2018), del 68%. La vulnerabilidad emocional actúa de diferentes formas:

  • Existe una mayor reactividad o sensibilidad para responder de forma emocional a estímulos del contexto, en contraposición a quienes no tienen esta condición.
  • Esta sensibilidad fomenta que se activen ante eventos neutros o, incluso, aquellos que para otros solo pasarían de largo y que las personas con esta condición si pueden percibir.
  • Hay una reacción fisiológica extrema (ritmo cardiaco, activación de ideas y pensamientos, tensión muscular, la respiración, etc.) si la comparamos a la de las demás personas.
  • El desactivado emocional es mucho mas lento. Generalmente las personas sin esta vulnerabilidad, cuando hay una reacción emocional, momentáneamente esta empieza a bajar. En las personas con vulnerabilidad emocional esto no sucede, el descenso de la curva emocional es mas lento, y esto posibilita la reactivación de una segunda emoción. Por ejemplo, ante el miedo, la persona podría sentir vergüenza de su situación emocional.

El segundo factor que hace a la desregulación emocional es el ambiente invalidante. El ambiente invalidante se produce como una consecuencia que castiga una determinada conducta emitida antes de esta. Es una respuesta ante una determinada conducta de otra persona, y que cumple con una función evitativa, como la de evitar las expresión emocional de otra persona o bien, que posee una buena intención, sin conocer que en realidad es problemática. Esto se debe a que hemos aprendido a hacerlo desde pequeños, es algo bastante naturalizado socialmente. Respondemos de forma invalidante cuando los demás nos cuentan algo, ya sea para no tener que escucharlo o para tratar de ayudarlo. Lo que se invalida es la experiencia de otra persona, ya sea a nivel emocional, los pensamientos o sus conductas directamente observables.

Esta respuesta puede complicar mucho las cosas cuando la persona que se expresa tiene vulnerabilidad emocional. Esto se debe a que, comúnmente, ante la invalidación, las personas tienden a escalar en la intensidad de la emoción que estén expresando en ese momento. Lo que sucede hasta que la persona invalidada consigue del otro una respuesta cálida. Por ejemplo, ante la recriminación de su madre, el niño puede llorar mas fuerte, hasta que la madre decida calmarlo. Esto puede generar un inconveniente ya que suele generarse refuerzo intermitente, aunque eso lo veremos ahora.

Existen diferentes tipos de invalidación experiencial. Podemos mencionar casos en los que una persona expresa sus emociones y recibe un castigo por ellas, por ser consideradas inadecuadas en el contexto en el cual se están produciendo. Razón por la cual, la persona podría reaccionar de forma desregulada y proceder a autolesionarse, generando la desesperación de la otra persona y, como dije antes, una respuesta cálida y con la intención de que la otra persona se calme. Si desmenuzamos la situación, podremos observar que: ante un determinado estimulo discriminativo (llanto de una hija) se produce una respuesta operante por parte de su madre (castigo del llanto por considerarse inadecuado: “no seas ridícula”, “no es para tanto”, “ya estas grande para llorar”, etc.) que reduce la probabilidad de emisión de la emoción regulada ante circunstancias similares o aumenta la expresión emocional en función de la historia de aprendizaje de la persona, llegando a producir, incluso, una respuesta desregulada (autolesión). Esta respuesta operante evitativa (autolesión) es el estimulo discriminativo para una respuesta operante también evitativa por parte de la madre (se acerca a la hija para consolarla y evitar la culpa o malestar de ver a su hija dañándose de esa manera) reforzando positivamente la conducta extrema de su hija, pues el consuelo es para la hija una consecuencia deseable. Ahí es donde entra el refuerzo intermitente. Pues, si bien, ante algunos casos de desregulación, la madre podría ceder y tratar cálidamente a su hija, esto no ocurriría necesariamente, y en otros casos, simplemente, podría pasarlo por alto. El problema del refuerzo intermitente es que es excelente para mantener conductas en el tiempo y es mas eficaz que el refuerzo constante. A este se le puede sumar el hecho de que la propia conducta de autolesión puede funcionar para reducir el malestar por sí solo, y si lo hace, este alivio como consecuencia de dicha conducta actúa como reforzador negativo.

Luego tenemos otra forma de ambiente invalidante, conocida como sobresimplificacion conductual. Se trata de la típica respuesta corta que las personas damos ante la demanda de ayuda por parte de otro, creyendo que es un problema simple y que puede ser resuelto sin mucho inconveniente. Por ejemplo, vemos que un amigo nos pregunta como puede hacer para hablar con una chica y nosotros le decimos: “solo hazlo” o “no es tan difícil, acércate a ella y háblale”. Esto tiene el inconveniente de que puede hacer que la persona reprima dicha experiencia de preocupación y se diga a si misma “es algo demasiado simple, debo ser muy tonto si no puedo lograrlo”. Lo que tiene la represión de emociones saludables o reguladas es que, tarde o temprano, las emociones en cuestión terminaran por salir y en forma desregulada, con peligro de ser reforzadas por otros.

Teniendo en cuenta estos puntos, pareciera que tenemos un panorama fatalista y sin solución. La realidad es que no es así, existe una solución. No es sencilla, pero si viable. Se trata de la comunicación compasiva o validación genuina. Es una habilidad y, como tal, requiere de practica constante para ser aprendida.

La validación genuina es una forma alterna de responder ante la expresión de emociones o experiencias de una persona, que implica hacer lo opuesto al ambiente invalidante. En vez de tratar de reducir la conducta emocional de esa persona, lo que se va a hacer es reforzarla, porque dicha emoción es válida, saludable y nuestro accionar le permitirá aprender que comportarse de esa manera es normal, que la expresión no tiene nada de malo.

La comunicación compasiva no requiere expresamente que hablemos, ya que, a veces, con el silencio o el contacto corporal, la validación surge por si misma. Sin embargo, al momento de usar nuestra conducta verbal, lo que podemos hacer, según Quintero y Ggaliesi (2020), es volvernos un científico. Es decir, observar con curiosidad lo que nos cuentan y no emitir juicios o consejos. Buscaremos ponernos en lo zapatos de la persona. Por ejemplo, ante un niño que llora porque es la primera vez que va al cine y el ruido le asusta, podríamos decir: “Venir al cine ha sido toda una novedad, ¿verdad? Seguro que el ruido fuerte te hace sentir mucho miedo”. Esto implica una afirmación de la propia emoción que siente el niño y, por tanto, su validación.

Bibliografia:

Boggiano J.P. & Gagliesi P. (2018). Terapia Dialectico Conductual. Introducción al tratamiento de consultantes con desregulación emocional. Tres Olas Ediciones. Argentina, La Plata. ISBN: 978-987-4127-53-2

Quintero P.J. & Gagliesi P. (2020). Sumar al amor. Habilidades para mejorar las relaciones en presencia de emociones intensas. Tres Olas Ediciones. Argentina, La Plata. ISBN: 978-987-8348-79-7

Stoewsand C.R. (2021). Comunicación compasiva. Cómo remendar las relaciones difíciles. Tres Olas Ediciones. Argentina, La Plata. ISBN: 978-987-8475-13-4

Categorías: Psicología

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