Por Diego Calp

La ultima vez mencione lo que algunos científicos conductuales consideraban sobre terapias cuya base filosófica proviene de algunas religiones. Ahora le ha tocado el turno a la circunstancia inversa, cuando son las tradiciones espirituales las que critican que sus filosofías sean empleadas en la ciencia.

Y es que, lejos de estar complacidos por el aumento de la difusión de sus respectivas religiones, hay muchos practicantes espirituales que abordan la circunstancia como si de un insulto a su tradición se tratase. Algo así como una “expropiación” y “mala interpretación” de lo que dice tal filosofía.

El ejemplo de esto esta curiosamente en lo mismo que abordamos el otro día: el mindfulness. Por ejemplo, Morten Tolboll señala que varios estudiosos del buddhismo critican el modo en que se representa el mindfulness en la psicología occidental; y aluden a que se distancian de forma significativa de lo que se recoge en los primeros textos buddhistas y en los comentarios autorizados de las tradiciones mahayana y theravada.

Efectivamente esto es cierto. El problema es que se pasa por alto un punto fundamental: el objetivo. El fin del mindfulness dentro de la psicología no es otro que el de ayudar a una persona a reducir el malestar psicológico. Es una herramienta psicológica empleada únicamente para aumentar el bienestar psicológico del consultante. Esto implica, evidentemente, una necesidad científica. Es decir que, para poder emplearlo en la clínica, debe tener aval empírico, una probada efectividad. Para ellos es menester que se produzcan una serie de modificaciones en esta practica y estructurarla de tal manera que sea compatible con la ciencia conductual a la que pertenece. De tal manera que, parte de a filosofía zen, se pierda en el proceso. Pero esto no implica que toda la filosofía se vaya por la borda, ya que, en esencia, mindfulness sigue siendo meditación, atención al momento presente, sin juicios o prejuicios, un modo de ser y no un hacer.

El objetivo del buddhismo zen, por su parte, es diferente. Su razón de ser es brindar una serie de conocimientos y practicas que, de ser llevada a cabo de forma correcta, permitirían llegar al estado, según ellos, mas añorado por el ser humano: el despertar (Villalba, 2016).

Además, como se ha demostrado desde la ciencia conductual, es imposible traer intacta una tradición antigua, sin que haya sufrido modificaciones en el tiempo. De manera que, el buddhismo zen que se practica en la actualidad, no es el mismo que se practicaba hace cientos de años, ni mucho menos el que enseñó Sakyamuni Buddha. Se podría señalar también el hecho de que es imposible llevar a cabo una evaluación de un texto de una forma idéntica, pues siempre existen divergencias. Esto no se debe a otra cosa que a que somos seres condicionados por nuestro contexto, y todos hemos recibido diferentes estímulos ambientales que son los que hacen a nuestra actual experiencia.

Volviendo al tema referido a la “apropiación” de la tradición buddhista zen y su consecuente “degrado” filosófico. Se puede decir que, es totalmente cierto que el mindfulness no tiene la intención, a diferencia del zen, de eliminar las “raíces malsanas de la codicia, la ignorancia y la malevolencia”, porque, como ya se explicó, su objetivo alude a un tratamiento para la reducción de síntomas que producen un malestar significativo en otra persona. Empero, hay que resaltar que, en el artículo de Tolboll, la crítica de expropiación no tiene sentido, cuando hay maestros zen que comenten intrusismo en el ámbito que corresponde a la psicología, como por ejemplo: técnicas meditativas para la reducción de la ansiedad y el estrés.

Respecto a estos autores que menciona el artículo, otra de las criticas llevadas en contra del mindfulness tiene que ver con que se la ve como una técnica “banal, terapéutica y de autoayuda” que produce el efecto opuesto, es decir, el refuerzo de lo antes mencionado (raíces malsanas de codicia, ignorancia y malevolencia). En principio, decir que no es una técnica de autoayuda. Puede servir de autoayuda, pero su entrada en la psicología no es tan trivial como se describe. Inicia con John Kabat-Zinn, como un programa de reducción de estrés, y evoluciona con Zindel Seagal, Mark Williams y John Teasdale, como la Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness (MBCT). Una terapia contextual que ha demostrado una fuerte evidencia empírica, según la división 12 de APA, para el tratamiento de la depresión recurrente (es decir, el tratamiento en la fase de mantenimiento). Además, existe una revisión de metaanálisis que reúne un total de 39 Ensayos Controlados Aleatorizados (RCT), que evidencia su utilidad a la hora de reducir los síntomas de ansiedad y estrés. Respecto al efecto que produce, dudo que sea un ámbito del abordaje psicológico, al fin de cuentas, como ciencia natural que es, la psicología no se mete en cuestiones morales, ya que su análisis debe ser objetivo y desprejuiciado. Lo que si podemos señalar es que cumple con lo que propone, y eso es lo más importante.

Luego el artículo en cuestión comete un error al asumir que, el mindfulness, el vez de buscar reducir el estrés y el malestar, busca que las personas se adapten a dichas circunstancias. Hay una especie de media verdad en todo esto, pero no así como se plantea. El Minfulness tiene como objetivo la reducción del estrés y el malestar, y su práctica regular ha evidenciado una reducción de ambos. No es una equivocación total esto que propone el artículo sobre la aceptación de las circunstancias, por dos cuestiones (posiblemente haya más): primero, porque el midnfulness, proviene del buddhismo, considera lo mismo que la primera noble verdad sobre el dukkha (malestar) y es que es inevitable. Es inútil tratar de vivir en un estado de constante satisfacción y sin sufrimiento, porque vivimos en un mundo en donde los estímulos aversivos abundan, y en donde no podemos hacer caso omiso de ellos, porque somos intrínsecamente susceptibles a reaccionar a ellos. Esta sabiduría del buddhismo es tan simple como profunda, ya que es algo que podemos conocer de forma directa y que nos lleva a una reinterpretación de lo que era la psicología hasta ahora. No una psicología que entienda a todo sufrimiento como algo que debe ser erradicado, sino como algo inherentemente necesario a la experiencia humana. La segunda razón, que esta relacionada a la anterior, es que el ser humano a veces lleva a cabo conductas que, no solo resultan inútiles para reducir el malestar, sino que además pueden incrementarlo. A esto se le conoce como “desesperanza creativa” y es el intento por reducir, cambiar o eliminar, toda experiencia que resulte en malestar, es decir: pensamientos, emociones y sensaciones físicas dolorosas. De manera que, el mindfulness, primero propone aceptar la inevitabilidad del sufrimiento, ya que al poner la atención en el momento presente, no siempre nos vamos a encontrar con una experiencia gratificante, sino también con dolor y sufrimiento; y, por otro, propone que no neguemos la rumiación de pensamientos, las emociones y sensaciones desagradables, sino que las dejemos ser tal cual son, que las dejemos pasar del largo sin mirar su contenido. Sin embargo y pese a ello, el mindfulness practicado con regularidad permite la reducción de los síntomas que producen malestar.

Finalmente, decir que no son todos los maestros zen los que piensan así. De hecho, el mindfulness inicio con uno de ellos: Thich Nhat Han, quien se dedico a la enseñanza del mindfulness y del zen en conjunto, sin ver en ellos una contradicción o incompatibilidad. Además, muchos buddhistas zen se refieren a su tradición espiritual como una ciencia. El buddhismo zen no es una ciencia, pero muchos de sus postulados filosóficos son la base de algunas ciencias como la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), la Terapia Dialéctica Conductual (DBT) y la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Y, pese a todo, cuando se les muestra lo que el zen ha logrado en la ciencia, nos encontramos con que lo critican como una deformación a su filosofía; lo que, curiosamente, resulta tan paradójico como es el propio zen.

Enlace del articulo analizado: https://dokushovillalba.com/la-perdida-del-sentido-filosofico-en-el-mindfulness/

Bibliografía:

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Seagal Z. et al (2018). MBCT. Terapia cognitiva basada en mindfulness para la depresión. Traducción de David González Raga y Fernando Mora. Editorial Kairós. Barcelona, España. ISBN: 978-84-9988-567-4

Kabat-Zinn J. (2018). La meditación no es lo que crees. Por qué el mindfulness es tan importante. Editorial Kairós, traducción de David González Raga y Fernando Mora. Barcelona, España. IBSN: 978-84-9988-652-7

Mandil J. et al (2017). ACT. Terapia de aceptación y compromiso para adolescentes. Editorial Akadia. Buenos Aires, Argentina. IBSN: 9789875703179

Villalba D (2016). Zen en la plaza del mercado. Editorial Kairos. Barcelona, España. ISBN: 978-84-9988-530-8

Osho (2016). El sendero del zen. Editorial Kairos. Barcelona, España. ISBN: 978-84-7245-556-6

Lopez, D.S. (2001). El Buddhismo. Introducción a su historia y sus enseñanzas. Editorial Kairós, traducción de Ferran Mestranza. Barcelona. ISBN: 978-84-7245-653-2

Lega L.I. (1997). Teoría y practica de la terapia racional emotivo-conductual. Editorial Siglo XXI España. España. ISBN: 978-84-323-1406-2009

Division 12 de APA

Categorías: Reflexiones

1 Comentario

Olga klappenbach · 14 abril, 2023 en 10:45 am

Me gusto muchísimo este articulo, aclara muy bien un tema tan interesante

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