Por Diego Calp
A menudo, dependiendo de las diferentes perspectivas en psicología desde las que se trate el tema, se habla de la ubicación exacta en la que se dan los procesos psicológicos en el organismo. Si la perspectiva es mentalista, se suele partir de la idea de que estos se dan en la propia mente, aquella entidad intangible que existe dentro de todos nosotros y que rige nuestro comportamiento. Si la perspectiva parte de modelos biomédicos se habla de que la ubicación de la conducta es un órgano especifico.
Sin embargo, desde la perspectiva del conductismo radical la cuestión cambia completamente. Para el análisis conductual, todo lo que hace un organismo es conducta, y toda conducta es la interacción entre el organismo y su ambiente. Es por ello que, desde esta filosofía de la ciencia conductista, se parte de la idea de que la conducta es ilocalizada. Es decir, que la conducta no está localizada en si en un lugar, generalmente considerado interior en el organismo, sino que no posee una localización en sí. No está en un lugar específico.
Es así que el comportamiento de caminar no está ni en las piernas ni en el suelo, sino que es la interacción entre estas y el piso. Del mismo modo ocurre con los pensamientos. Primero, para que los pensamientos se den es necesario haber tenido una interacción con el ambiente que, o bien, nos permita poder imaginar algo o, incluso, hablar con nosotros mismos a través del lenguaje verbal que hemos aprendido. A su vez, para que el pensamiento ya aprendido se produzca hace falta de un evento que lo anteceda y ante el cual previamente se haya reforzado, es ahí cuando pueden surgir ciertas dudas sobre la naturaleza de dichos eventos.
¿Qué pasa cuando el pensamiento es el que genera una conducta? Es que el pensamiento, que es aprendido, puede ser el estímulo ante el cual se de una conducta e, incluso, el que refuerce una conducta. Pero es que, volvemos a lo mismo. Sigue habiendo una interacción, ya sea con el pensamiento como antecedente o como consecuencia de esa conducta. En resumen, el contexto en el que una conducta se de puede ser otro comportamiento. O, dicho de otra manera, la interacción que hace a la existencia de una conducta puede ser con otra conducta. Es más, un antecedente ante el cual se dé la emisión de un pensamiento puede ser otro pensamiento. Ahí es donde cabe el concepto de cadena de conductas.
Esto tambien puede dar lugar a ciertas confusiones a la hora de describir que es una conducta y que no lo es. Confusión que puede deberse en esencia al analizar un comportamiento desde su morfología, es decir, desde la forma que tiene. Veamos un ejemplo:
Una pregunta que podría surgir seria: ¿Si el comportamiento es ilocalizado dónde se dan los latidos del corazón? En principio, se puede asumir que los latidos del corazón son una conducta, porque las caracteriza un cierto movimiento, autoatismo e incondicionalidad. Sin embargo, debemos señalar que la base de este argumento es una falacia de falsa equivalencia que puede ser muy eficaz para confundir. No cualquier movimiento automático que se de en el cuerpo es necesariamente una conducta refleja innata. Para que una conducta sea refleja es necesario que exista una interacción, como sucede con cualquier otra conducta. En este caso, la interacción puede ser con el ambiente mismo, como sucede al parpadear cuando nos soplan los ojos. Entonces uno podría pensar que, a lo mejor, el latido del corazón no responde al ambiente sino a otro evento conductual, como sucedía cuando hablábamos del pensamiento, y que, ese evento comportamental podría ser la respiración. Sin bien esta podría suponer la explicación, no lo es realmente, ya que las respuestas incondicionadas ocurren debido a estímulos ambientales únicamente. Y solo pueden producirse ante ciertas conductas automáticas cuando exista una relación sistemática entre el estímulo incondicionado ambiental que la provoca y la conducta que luego adquiere la función de Estimulo Condicionado. Por lo que no es posible que una respuesta automática sea estímulo de otra respuesta automática como el latido del corazón. Tampoco sería fácil de explicar como condicionar los latidos del corazón a un evento neutral, teniendo en cuenta que el latido del corazón se produce de manera constante indistintamente de la presencia de algún evento específico. De hecho, la ausencia de la interacción con un evento que explique los latidos del corazón debería ser un argumento ilustrativo de por qué no es una conducta. Únicamente desde estos parámetros podríamos explicar el aumento o disminución de la tasa cardíaca, pero, en ese caso, estaríamos hablando de un evento que, aunque parecido en su morfología, es completamente diferente en su función; pues si depende de la aparición de ciertos eventos para producirse.
Ahora, dado que se trata de demasiado contenido junto para explicar este fenómeno, procederé a escribir un breve punteo con los conceptos esenciales:
- Una respuesta incondicionada no puede generar otra respuesta incondicionada. Esto sería un sin sentido, ya que no tendría ningún valor adaptativo. En última instancia, dos respuestas incondicionadas pueden darse en función de un evento en concreto.
- Las respuestas reflejas (incondicionadas) dependen de estímulos ambientales para ocurrir. Cómo vimos, para que algo sea una conducta es necesario que exista una relación entre organismo y ambiente. Las respuestas reflejas son el resultado de eventos ambientales porque se seleccionaron en la historia filogenética para este fin.
- Las respuestas reflejas se pueden condicionar si el estímulo incondicionado que las provoca se relaciona de forma sistemática a otro estimulo en principio neutral. A esto se le conoce como condicionamiento clásico. En el caso del ejemplo, no existiendo un estímulo incondicionado que provoque los latidos del corazón, no es posible condicionar está respuesta a otra conducta.
- No se debe confundir el latido constante del corazón con el aumento de la tasa cardíaca aunque su morfología parezca ser la misma. El aumento de la tasa cardíaca como su disminución pueden ser respuestas fisiológicas incondicionadas que ocurren ante eventos ambientales específicos (por ejemplo, el ruido muy fuerte y desprevenido) o eventos comportamentales como hacer ejercicio. Sin embargo, hay casos en los que estás aumentan debido a causas subyacentes orgánicas. En estos casos se debe comprender que nuevamente tratamos sobre como la forma de una conducta puede hacer que nos confundamos con facilidad. Por ello, desde el conductismo radical se fomenta la evitación de basarse en topografías, ya que, por su parecido, podrían terminar por pensarse como algo que realmente no son.
Bibliografia:
Pavlov, I.P. (1929). Los reflejos condicionados: Lecciones sobre la función de los grandes hemisferios. Ediciones Morata. Madrid, España. ISBN: 84-7112-415-7.
Skinner, B.F. (1953). Ciencia y conducta humana. Editorial Fontanella.
Pérez Fernández, V. (2017). Procesos psicológicos básicos. Un análisis funcional. UNED. Madrid, España. ISBN: 978-84-362-6177-6.
Gonzales-Terrazas, R. y Colombo, M. (2023). Análisis de la conducta. Teoría y aplicaciones clínicas. Tres Olas Ediciones. Buenos Aires, Argentina. ISBN: 978-987-8475-77-6.
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