Por Diego Calp
La ciencia ve a la filosofía, como la religión veía a la ciencia antes de que está se estableciera como verdad. Antes se veía a la ciencia como magia y las personas que la utilizaban eran condenadas a perecer en la hoguera. Se veía a la ciencia como obra del demonio, algo que iba en contra de la lógica, que mistificaba a la verdad absoluta, que era Dios en ese momento. En esta época no es muy distinto, ahora la verdad absoluta es la ciencia y la magia es la filosofía y las ciencias sociales, que al no cumplir los mismos requisitos epistemológicos que las naturales, son considerados como inválidas.
Podría decirse que existe una gran similitud entre las ciencias naturales y la religión. Ambas se basan en la necesidad de que exista una verdad objetivable para poder explicar todos los fenómenos que ocurren en nuestro mundo. Existe, aparentemente, un pavor por lo desconocido, un miedo por aceptar que no todo tiene explicación; que, a veces, el mundo nos presenta fenómenos y acontecimientos críticos que no podemos explicar a través de la evidencia empírica, pero que, si podemos llegar a atisbar algunas características de estos, a partir del conocimiento filosófico.
Esta claro que somos conscientes de la importancia que tiene las ciencias naturales en nuestro entorno. Nos ayudan a tener una vida mejor, como en el caso de la medicina. Pero esto no implica que la ciencia no pueda variar de un momento a otro. De hecho, lo hace. Por ejemplo, si antes la única oportunidad de iluminar algo era a partir de una vela, en ese momento se habría dicho que era una verdad absoluta que todo el mundo utilizaba fuego para iluminar su casa. Hoy en día, sería imposible saber quién ilumina o no con fuego su casa, es decir, esa verdad, no solo dejo de ser absoluta, sino que también dejo de ser una verdad, para pasar a ser falso. Dicha afirmación no sería observable. Por lo que, no siempre lo constatado por la ciencia es una verdad irrefutable, ya que, es justamente, la evolución del ser humano y de su capacidad como homo faber la que nos permite vislumbrar esto, en el ejemplo antes visto. Por supuesto, esto no solo sucede con las ciencias naturales, sino con todo fenómeno o suceso que ocurra en nuestra realidad. Lo que demuestra que no todo es tan sencillo como podría parecer.
A veces, hasta podría hacerse una analogía entre la ciencia y la religión. Si bien es cierto que la religión se basa en la fe, es decir en creer ciegamente en algo, mientras que la ciencia se basa en hechos observables. De cierta forma, ambas niegan ciertos conocimientos que no siguen sus normas, como verbigracia, la filosofía, la sociología, la antropología o la psicología. Las tres últimas, a pesar de que las ciencias naturales lo nieguen, también son ciencias. Pero no cumplen con los mismos requisitos epistemológicos, es decir, los de objetividad y repetitividad; al menos no siempre, pero a veces hay excepciones. Aún así, las ciencias sociales, no por ello dejan de declarar ciertas leyes por las que se sostienen.
Se puede decir que es un error basarse en la creencia de que hay verdades absolutas, porque una vez que algo se comprueba, ya no es necesario seguir reflexionando sobre el tema; y, a decir verdad, siempre puede haber alguna grieta o algún recorrido diferente para comprender el tema que se trata. Además, creo también, que, bajo la creencia de una verdad absoluta, también negamos las verdades de los demás. Puesto que, como cada persona percibe su realidad social de forma diferente, también poseen sus propias certezas sobre esta. Pero estás, al no ser absolutas, siempre pueden variar y a su vez nos permiten dudar de lo que se está observando; cosa que puede suponerse como más inteligente que aceptarlo ni bien se lo escruta.
Por ello insisto en decir qué nunca se fíen por completo de una ideología, pues es allí cuando la libertad comienza a perderse.
Otro caso en el cual se puede observar la relatividad de las ciencias naturales es con respecto a su argumentación; es decir, el tipo de argumento que se utiliza para defender la veracidad de esta ciencia. Me refiero al inductivo, el cual se basa, no solo en argumentos de autoridad, sino también en dos requisitos epistemológicos, uno es el de objetividad y el otro el de repetitividad. Hablaremos del segundo que es el que se utiliza para poder decir que algo esta comprobado. Este proceso consiste en encontrar el mayor número de eventos o fenómenos que cumplan con iguales características entre sí; y una vez que se encuentran los suficientes (suelen ser miles), se habla de algo “completamente” probado por la ciencia.
Retomando lo que había dicho antes, yo considero que se debe decir que las ciencias naturales, en realidad, entran entre lo que es mas “probable”, pero no una verdad absoluta. Y es justamente, porque ni siquiera el argumento inductivo es absoluto. ¿La razón? Muy simple. Que como dije antes, el argumento inductivo se basa en el requisito de repetitividad, pero, aunque un fenómeno se reproduzca mil, en incluso un millón de veces, jamás será la totalidad, ergo, no es una verdad absoluta. Si bien sabemos que los perros tienen cuatro patas, porque hemos visto muchos y todos cumplen las mismas características, no deja de ser cierto que no los hemos visto todos. Bien podría suceder que, en un lugar deshabitado o desolado y lóbrego, llegara a existir aquel perro que lejos de tener cuatro patas, cuenta con cinco.
Continuemos con requisito epistemológico de objetividad. Si bien es cierto que resulta mucho mas sencillo que un médico se aleje lo suficiente de su objeto de análisis, mientras que al psicólogo esto puede resultarle mucho mas difícil. Hay que admitir, que tampoco en este caso se puede hablar de una totalidad. Pues si bien, para un medico o un químico, puede ser mucho mas sencillo evitar que su subjetividad se interponga entre el y su objeto de estudio; no resulta imposible que la perspectiva o las ideas de las que este se sirve para percibir la realidad que lo rodea, tenga algo de influencia sobre lo que analice de su objeto de estudio; pues, este, es parte de la realidad que percibe. Para esclarecer un poco más este concepto, diré que no es posible que una persona analice de forma absolutamente objetiva la realidad porque para ello tendría que negar algo que es propio de su constitución psíquica, es decir, su ideología o subjetividad. Pues, es justamente, durante los procesos de socialización primaria y secundaria, que la psiquis se construye y permite que la persona sea capaz de comprender los significados que lo rodean, los cuales fueron enseñados por sus significantes (padres o tutores; posteriormente, maestros y profesores). Estos abarcan varios constructos sociales, pero, especialmente el lenguaje, el cual se considera lo más valioso y característico de una cultura. Un ejemplo que podemos utilizar para que se comprenda bien a que me refiero, podría ser una mesa. En un principio el niño no sabrá lo que es una mesa ni para que sirve. Pero a medida que los padres vayan señalando su nombre y el objetivo que tiene dicho objeto, el niño terminara de introyectar el significado. Esto se repetirá con todos los demás objetos y luego, también, con cuestiones inmateriales, incluyendo las emociones y los sentimientos. Todo esto varia de una cultura a otra, y dentro de la misma cultura no hay una sola persona a la cual le hayan inducido de la misma manera los significados, razón por la cual luego, su percepción de la realidad será diferente. Incluso, a pesar de que pueda parecerse en muchos aspectos a los criterios de las demás personas, no será totalmente idéntico.
Por otro lado, algo que nunca se puede dejar de lado, es aquel principio que se considera que hace que Dios se vuelva un ser absoluto y totalmente constatable por la ciencia. Sí, me refiero al principio de causalidad. Este se refiere a qué todo en el universo tiene una causa. De este criterio surge el gran debate de qué, si todo en el universo tiene una causa, quién creo a Dios. Entonces, los deístas y religiosos monoteístas ponen de manifiesto que, en realidad, Dios no se encuentra subyugado por las leyes universales, sino que está por fuera de estás.
Entonces, yo me preguntó, si el universo tuvo un origen, está claro que antes de ese origen no había nada. Y si no había nada ¿en dónde subyacía Dios? ¿En dónde estaba? ¿Se puede existir en lo que no existe? Entonces, muchos podrían decirme que eso aplica solo a las leyes universales y que no necesariamente aplica a Dios. Entonces el ser humano no puede explicar cómo Dios existe en un lugar así, ya que se trata de algo que ni siquiera puede comprender y mucho menos probar a partir de la ciencia, porque está solo puede explicar lo que se encuentra en los limites universales. Y ahí nace la filosofía, conocimiento no científico, que hoy en día muchos desprecian porque se encuentran prosternados y alabando a su “gloriosa” y “absoluta” ciencia. Y pese a que la filosofía, en más de una ocasión, haya encontrado la forma de explicar lo inexplicable, pareciera ser que, en este caso preciso, la situación se torna harto criptica.
Pero retomando con la ciencia. Utilizó este ejemplo, porque se suele utilizar como el más alto conocimiento corroborado por la ciencia, cuando en realidad, es justamente el propio principio de casualidad el que niega una primera causa. Diríase que, más bien, este supuesto es meramente infinito; lo que coincide mucho más con lo que proponen las religiones orientales como, verbigracia, el buddhismo y el jainismo.
Por último, antes de que se piense algo que no es, debo hablar del argumento ad infinitum. Ante todo, decir que este no es una falacia lógica, es decir, que se lo considera un argumento válido; el cual se ha utilizado para explicar por qué los números y el universo son infinitos. De ser falaz, me imagino que se negarían estas dos cuestiones.
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