Por Diego Calp

¿Por qué la vida de los diferentes seres vivos tiene un valor distinto?

“La vida solo vale más que otra en función de su utilidad.”

Esto se puede explicar de una forma muy sencilla. Tenemos por un lado al hombre y por otro a un animal, verbigracia, un perro. ¿Qué los diferencian? Muchas cosas, pero es justamente la esencia del hombre, la que marca el discernimiento más importante. La razón del hombre, frente a la incapacidad del animal por emplear este sistema de reflexión y contemplación. El caso es que, el hombre es, a diferencia del animal, capaz de escritor lo que lo rodea; de tal forma que le permita llegar a inferencias acerca de el (independientemente de estar o no acertadas). El perro, por su parte, se dedica a seguir sus instintos; es decir, resulta inútil para llevar a cabo una operación análoga a la del hombre. Lo que nos lleva a comprender que las personas hablan de la superioridad del hombre, frente al animal, porque este puede avanzar en los conocimientos acerca del mundo o la realidad en la que vive (cosa que resulta muy útil). Pero hay algo más interesante. ¿Para quién resulta muy útil esto? Así es, para el hombre, no para el animal. Cosa que refleja un egocentrismo muy grande y amor hacia la propia especie.

Esto de la superioridad, según lo que piensa el hombre, aplica a todos los seres vivos; incluyendo a los microorganismos. El perro sería más útil que la planta, porque podríamos desarrollar lazos afectivos con este; interacción que resulta imposible con un vegetal. La planta sería superior al microorganismo, porque nos brinda aire (cosa que en teoría debería llevar a la superioridad sobre el animal, pero no se tiene en cuenta), o porque podemos evitar matar una planta, pero resulta imposible hacerlo con un microorganismo.

Conclusión: El valor de la vida es una construcción social, que se basa en la conveniencia o utilidad que pueda brindarle al ser humano. En resumen, todos los seres humanos discriminan. Quizás, los movimientos antidiscriminación actuales busquen reducir esto; pero, desgraciadamente, esto pareciera ser imposible. No solo por este caso específico, sino por otros tantos más. Tales como la discriminación por culto o ideología. Es una farsa aquello de poder respetar las opiniones de todos, dado que siempre hay alguna que nos afecta profundamente y por, por ende, actuamos según lo dictan nuestras emociones o creencias en el momento.

Categorías: Reflexiones

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