Por Diego Calp

La clave de la felicidad estriba en la capacidad que tenga una persona de cambiar a conveniencia sus ideas. Pues se puede decir que, siendo las ideas las que regulan las emociones, el cambiarlas nos puede servir para que lo que percibamos de nuestra realidad nos genere siempre alegría y evitemos sentir tristeza.

Es importante tener en cuanta que no hay una verdad absoluta; por lo que será mas fácil cambiar de ideas cuando resulte conveniente.

Todo esto se puede observar cuando vemos, por ejemplo, a un católico feliz; quizás esta persona sea feliz sabiendo que tiene que privarse de algunos placeres de la vida; pero es feliz porque él cree estar en lo cierto, porque sus ideas son esas. Por otro lado, podemos encontrar a ese católico que sufre su estado de represión sexual; ¿Por qué será que este católico es incapaz de vivir igual de feliz que el anterior? Muy simple, porque sus formas de percibir la realidad, aunque estás se parezcan en algo, son completamente diferentes.

¿Por qué el rico sufre de depresión y el pobre siente una exultante felicidad? ¿No debería ser al revés?

Según la mayoría debería serlo. Pero esto justamente nos señala que somos nosotros quienes decidimos que es verdad y que no lo es; somos quienes creamos nuestra propia realidad social. Quizás para mí algo pueda ser verdad, mientras que para otro pueda ser mentira; pero también es posible que lo que yo creo farsa, para el alter sea verdad.

Claro que siempre tenemos a quienes dicen que las ciencias naturales son verdades absolutas de las que no se puede dudar, ya que son hechos. Pero el caso es que, todavía no sabemos nada, no podemos estar seguros de que tengamos la verdad. La raza humana es muy joven y este mundo críptico en demasía.

No hay verdades absolutas. Pero para mí si hay verdades, que quizá para otros sean mentiras, y luchare para que los demás crean en esas verdades. Porque eso es lo que hace el ser humano, convencer a otros de que crean lo mismo que el para sentirse acompañado.

El cambio de ideas se da a partir de un razonamiento que pasa a reemplazar a otro, que hasta entonces se creía correcto. Es decir, uno se percata de que un momento antes no creía algo que no era por completo correcto o cierto para el; y comienza a creer en una nueva filosofía que le resulta más afín.

Si bien es verdad que resulta complejo cambiar las ideas por volita propia. Si existe la posibilidad de cambiar la percepción que tenemos de los estímulos negativos, transformándolos en positivos. Esto es posible por medio del razonamiento. Comenzamos por pensar si la influencia de ese estímulo es realmente positiva o negativa. Y mediante este razonamiento es posible cambiar nuestra perspectiva del estímulo. Por ejemplo, si alguna persona nos dice algo que no nos gusta, podríamos pensar que en realidad lo hace para hacernos sentir mal y no debemos dejar que esa influencia llegué a afectarnos; por lo qué, si queremos evitar sentir tristeza por esta razón, solo hace falta cambiar la perspectiva de lo que percibimos como malo, y pensar que, a pesar de que la intención de esta persona realmente fuera hacernos sentir mal, nosotros deberíamos tomarlo como una crítica constructiva y cambiar o no según lo consideremos conveniente. Otra opción sería, pensar que la otra persona es la que está equivocada al decirnos tales cosas y que yo estoy haciendo lo correcto, rechazando cualquier posibilidad de error propio. La segunda opción es conocida como una forma de inmadurez, porque las personas creen una acción inmadura culpar a los demás de nuestros defectos y errores en vez de asumir la responsabilidad. Pero lo cierto es que, el hecho de culpar a los demás no debe significar un problema, mientras se mantenga en el pensamiento y no se expresé. Quizás, lo realmente infantil de esta conducta, no es el simple hecho de pensarla; sino, la impertinencia que genera al expresarla.

Categorías: Reflexiones

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