Por Diego Calp

Hace unos días, bebiendo algo en un bar con unos amigos, se acercó una persona a la que no conocía. Tenía una bebida sin alcohol en la mano, y se refirió a si misma como alguien cobarde por no beber alcohol. Fue algo que me extrañó un poco y de lo cual luego estuve reflexionando bastante.

Quiero dedicar está reflexión a lo que yo considero que debería llamarse realmente valentía.

Las personas, cuando están en grupo, tienden a llamar cobarde a aquellos que van en contra de lo que la mayoría hace. Es decir, en este sentido, como la mayoría bebía alcohol, la persona supuso que era de cobarde no hacerlo, porque era el único. Es algo bastante curioso que la mayoría tienda a llamar así a las minorías que no siguen lo que hacen. Sobre todo, teniendo en cuenta que, en realidad, es hasta paradójico. Finalmente, ¿no sé supone que debería ser al revés? Es decir, ¿no es mucho más impávido aquel que reniega de lo dictado por una mayoría? ¿El que, sin aliado social, le lleva la contra a todo el resto?

Para que se comprenda mejor a qué me refiero, pasaré a explicarlo a partir del experimento realizado por el psicólogo social Asch. Este experimento consistió, básicamente, en reunir a un grupo de personas conscientes de que se iba a llevar a cabo un experimento, y a una única persona, que no tenía idea de este procedimiento. Entonces, se colocó al que ignoraba el experimento entre el penúltimo y el último de los individuos conscientes, y se les pidió que mirarán un par de imágenes. En la pantalla se visualizaban una serie de tiras con diferentes longitudes, entonces, el grupo entero, a excepción del individuo que no tenía idea de lo que sucedía, señalaba por orden cuál consideraban que era la más corta. Se les pidió, previamente al inicio del experimento, que indicaran por turno una que no fuera la más corta, y así hasta llegar al individuo que ignoraba todo. Lo que se descubrió fue, en la mayoría de los experimentos similares, que la decisión de la mayoría ejercía una presión sobre un individuo o minoría; y que, en realidad, si bien algunos pocos individuos indicaron que no pudieron ver el error (aceptación privada), hubo otros tantos que si lo llegaron a ver, pero que expresaron no querer llevarle la contra a la mayoría (aceptación pública). Esto se lo conoce como presión social, no se trata de manipulación, sino de influencia, ya que la mayoría no posee un poder especial sobre la minoría, sino que solo influencia sobre sus decisiones. La manera más común de contrarrestar está presión, consiste en encontrar un aleado social; una persona que de la misma opinión que el individuo frente al grupo y le dé confianza.

Entonces, en este sentido, lo que yo creo es qué, la valentía no se trata de hacer lo que dicta la sociedad en general: beber alcohol, defenderse en una pelea en vez de evitarla, o seguir ciertos estándares específicos. Es todo lo contrario. Negarse a la mayoría es la acción más valiente que puede hacer una persona. El verdadero fanfarrón es aquel que se acerca a otro para llamarlo pusilánime por no adaptarse a lo normalizado en la sociedad; es quien sigue estás reglas y no se atreve a transigirlas. Porque en una sociedad en la que todos hacen algo de una manera, quien la hace de otra, se enfrenta a la hostilidad de la mayoría, transformándose automáticamente, no solo en un innovador, sino también, en un valiente.

Categorías: Reflexiones

1 Comentario

Vilma klappenbach · 20 febrero, 2022 en 12:46 am

Excelente, como siempre y muy acertado

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *